viernes, 19 de febrero de 2010

El Mensajero de Dios


Se levantó sobresaltado, sudando copiosamente. Casi volando se dirigió al pequeño escritorio que tenía en la habitación, tomó lápiz y papel y con temblorosos rasgos escribió: “Dalo a conocer al mundo: cada semana, en orden descendiente de edad, morirá uno de los líderes del partido hasta que el presidente renuncie”. Era eso exactamente lo que la visión que apareció en sus sueños le había indicado. Regresó a la cama, pero no pudo dormir de nuevo. Esperó hasta la claridad del sol y releyó lo que había escrito. Allí estaba la frase, tal como la había soñado.

Se vistió presuroso, llamó a la escuela donde enseñaba en el tercer grado anunciando que se sentía indispuesto y se dirigió a un cyber cercano a su casa. Abrió su cuenta de Twitter y seleccionó 50 twiteros de la oposición y 50 del gobierno y les envió el mensaje: “Cada semana, en orden descendiente de edad, morirá uno de los líderes del partido hasta que el presidente renuncie”. Sabía que era peligroso lo que estaba haciendo. Podría ser juzgado por magnicidio, alteración del orden público; siempre era así. Sabía también que sería descubierto; era cuestión de tiempo.

Cuando llegó la policía, no se sorprendió. Extendió las manos para que le pusieran las esposas y lo confesó todo: “fue una orden de Dios”.

Dos días después de su detención oyó la noticia en la radio: había muerto el general Abdel Azim, el más viejo líder del partido. Lo siguieron Omar Qasim y Salim Rateb. El gobierno arreció la represión en busca de más culpables y en la misma medida aumentó la intensidad de los interrogatorios al “Mensajero de Dios”, como ahora lo llamaban. Siempre confesó lo mismo: “fue una orden de Dios”.

Pasaron los meses. El pelo y la barba le crecieron, y aunque siempre fue flaco, su cuerpo se fue disolviendo en proporción al número de líderes viejos que morían. Los médicos del gobierno lo declararon perturbado mental y lo recluyeron en un manicomio. Cuando murió, 27 líderes del partido habían también muerto. Sólo entonces el presidente renunció. Había gobernado por 36 años.