lunes, 31 de agosto de 2009


Esos Lárez-Alén

En estos días mi hermano Nelson Lares me regaló un ejemplar de la novela ganadora del Rómulo Gallegos de este año. Su título es “El País de la Canela”, su autor, el colombiano William Ospina. Me puso una dedicatoria “Para mi hermano Clemente que me ha enseñado tanto de libros”. Anoche comencé a leerlo. Después les cuento.

Debe llamarles la atención que el “Lárez” de Nelson es con “ese” y sin acento. Y no hay error en ello; así aparece en la cédula de identidad. Todos sabemos que esa es una historia muy común en nuestro sistema de registros y cedulación. Cuando mi mamá llevó a Nelson a sacar la cédula por primera vez, a la transcriptora le pareció que la “z” del apellido de mi papá era una “s”, y Nelson se quedó de por vida con su letra.

Pero si revisamos los apellidos de los Lárez Alén, las cosas se vuelven más complicadas: José Angel y yo somos Lárez-Alén. Nelson (como ya dije) es Lares-Alén; y Orlando, Octavio y Argenis (que todo el mundo lo conoce como Efraín) son Lárez-Allen). Tremendo enredo.

En la familia hay otras singularidades. A mi hermano Octavio le dicen “El Mocho”, porque le falta la primera falange del dedo anular de la mano derecha. Ocurrió cuando mi papá, sin darse cuenta de que Octavio andaba por allí, cerró la compuerta de la caja de su camión volteo, y ¡juazz! le aprisionó la mano al muchacho. Lo curioso es que a quien esto escribe, cinco o seis años antes que a Octavio, le ocurrió el mismo accidente en semejantes circunstancias, y perdí la primera falange del dedo anular… de la mano izquierda.

Otra: El hijo mayor de uno de mis hermanos, recién nacido, lo cambiaron por otro niño, en el momento de salir su madre de alta del hospital. Una semana después las madres se dieron cuenta del error e intercambiaron muchachos. A ese mismo niño, cuando tenía cerca de 7 años, por error le diagnosticaron epilepsia, y le prescribieron un tratamiento con fenobarbital, que quien sabe que consecuencias hubiera tenido. Felizmente, una segunda opinión remendó el entuerto. Fusilando a Oscar Yánez: “Así son las cosas”.

sábado, 29 de agosto de 2009


Hamlet interrumpido

Después de mucho darle vueltas me decidí a leer una versión de Hamlet, de Planeta, publicada en 2003. Leí la introducción del traductor (José María Valverde), y me arranqué con el Acto Primero (escena primera), que comienza en la página 5 del citado volumen. En esta primera escena, los soldados del rey (la acción transcurre en Dinamarca), están realizando el cambio de guardia y están preocupados porque en esa zona del castillo se ha aparecido el espectro (léase fantasma) del anterior Rey recién fallecido. De repente oyen ruidos y ante ellos se presenta la imagen fantasmal del difunto. Horacio, uno de los guardias, es conminado por sus amigos a hablarle al Rey, y aquél en un arranque de valor increpa a éste, de esta guisa: ¿Quién eres tú, que usurpas a esta hora de la noche, junto con esa figura hermosa y valiente… No pude seguir leyendo la frase. De la página 6 el texto saltó a la 39, ¡al libro le faltan 33 páginas! Las busqué por todo el volumen, y nada. Y pregunto: ¿quién de los que esto lee tiene una traducción de Hamlet que pueda hacerme llegar, al menos, el texto perdido? En el comienzo de la página 39 se lee: …mismo, señor, seríais tan viejo como yo si pudierais caminar para atrás como un cangrejo.
Mentiras y Olores

Es extraño que la mentira no fuera incluida entre los pecados capitales. Pudo tal vez estar entre los Diez Mandamientos, pero por alguna razón el Creador consideró conveniente dejar a los “Diez” flexibles, por si acaso. Solo hay que meterse en sitios como éste (Ficha del libro "Mentiras fundamentales de la Iglesia católica" (Pepe Rodríguez). para darse cuenta que eso de las mentiras, para algunos, es una cosa bien pelúa. Por eso prohibir la mentira es muy arriesgado. Uno nunca sabe cuando va a necesitar de ella. Dicen que con mentiras se han salvado muchas vidas. Pero por ellas muchas más se han perdido.

Quiénes son los más renombrados mentirosos (después de los escritores de ficción, por supuesto): los políticos. Y son ellos, quienes en nombre de la paz, con sus mentiras, han desatado las más insólitas guerras que bastantes vidas han costado a la humanidad. Sino pregúntenle a G. W. Bush los motivos de su guerra con Irak.

En lo personal, la mentira está en mi lista de las cinco cosas que realmente odio: las otras cuatro son: las carpetas tamaño oficio, las alcabalas, las peinillas y las armas de fuego de cualquier tipo.

Por último, algo que no es mentira y que una vez me refirió Orlando Lárez. Ello es, los tres olores más agradables al hombre moderno; los cuales son: un pelo de mujer recién lavado, una sábana limpia y… el olor de un carro nuevo.