jueves, 17 de septiembre de 2009

Pura rutina

Aquél parecía un día como cualquier otro, pero no era.
Hilda y yo comenzamos con la misma rutina que emprendíamos tres días de la semana. Coloqué la silla de ruedas en el baúl del carro, Hilda se acomodó con sus muletas en el asiento trasero y tomamos la Avenida Sharon rumbo al Community College. A las nueve tenía clases de Negocios Internacionales. Tomé por la Elizabeth Avenue y estacioné, con las luces de advertencia encendidas, frente al Sloan Morgan. Saqué la silla de ruedas del baúl y llevé a Hilda hasta el salón donde recibiría la clase. Habían llegado pocos estudiantes. La ayudé a instalarse en la mesa de trabajo y acomodé la silla de ruedas en el pasillo hasta que terminara la clase. Regresé al carro y me fui al estacionamiento más cercano. Pura rutina.

A las 10 regresé al edificio y realizamos la misma operación, pero a la inversa. Montarse Hilda en la silla de ruedas para trasladarnos al Van Every donde tendría su clase de Leyes en Economía. El procedimiento en este caso era un poco más largo. Nos movimos con la silla de ruedas por una larga rampa hasta el ascensor el cual utilizamos para llegar al tercer piso en donde se daba la clase. Rutina: ayudarla a acomodarse en su mesa de trabajo, dejar la silla de ruedas en el pasillo y vagabundear por el campus buscando algo en que matar el tiempo hasta el fin de la clase.

Cerca de 10 minutos después de andar por ahí oí el fuerte ruido de la sirena. No era rutina. Algo estaba pasando en el Van Every. Caminé lo más rápido que pude hacia allí y vi la gente descendiendo por las escaleras, en orden pero apresurada. Había orden de no usar los ascensores y de pronto me encontré subiendo las escaleras contra el río de gente que bajaba. Como pude me dirigí al salón donde estaba Hilda y la vi, en la silla de ruedas, rodeada de sus atribulados compañeros de clase. La sirena seguía sonando. Todos se sintieron aliviados al verme y tomaron rumbo a las escaleras para cumplir con el ensayo programado… era el simulacro periódico de una alarma de incendio. Pura rutina. Tocó ese día, sin anuncio, por supuesto.

Un empleado nos condujo fuera del edificio por el ascensor, y desde uno de mis lugares de vagabundeo vimos que el “incendio” ya había sido controlado.

1 comentario:

  1. PAPI!!! Que locura!!! Ahora me muero de la risa, pero cuando paso este evento me moria de miedo. El solo hecho de no poder salir corriendo como lo hacian los demas fue de mucha impotencia.

    ResponderEliminar