jueves, 22 de octubre de 2009


Esto lo escribió Coromoto en sus “Avatares”. Es hermoso.


Prisioneros de papel

Coromoto Briceño

“Los siete besos que ungiste en mis labios, quedaron impregnados absolviendo mi cuerpo que pecaba en sus andanzas y se abalanzaba en los puertos oculto de mi indulgencia”.

Lorna leía con atención la dedicatoria que el autor le había escrito en la primera página del libro que consiguió revisando en la biblioteca de la casa de sus padres, se sentó a hojearlo, su virtud de predecir los acontecimientos la convencía de que volvería a ver al hombre que desapareció porque quería olvidar los rastros que le dejó el intento de amar. Cada página contaba la historia, se sumergió en las líneas que le iban recordando todos los episodios de una relación sentimental colmada de una invencible inquietud, hubo capítulos en los que sonrió sin percatarse de la suspicacia de aquel sujeto que estuvo tan cerca, aunque para algunos el olvido llega a paso de ráfaga; sus continuos estornudos impedían por largo rato la lectura amena, con sus manos sutiles acariciaba las hojas amarillas que contenía la obra titulada “Armadura sin destino”, contaba con dos ediciones.

Un ruido en los alrededores de la casa distrajo su atención, titubeó en continuar leyendo, en primer plano creyó que eran los cuatro perros siberianos que merodeaban a menudo por los jardines, pero la curiosidad tentó a la mujer, quien con paso ligero se acercó a los ventanales de la biblioteca, movió con cautela los cortinajes de blanco ostra, de inmediato se adhirió a la pared cuando descubrió una figura husmeando cerca, su corazón latió sin precisión, contuvo la exhalación antes de salir corriendo a buscar un revólver que guardaba su padre debajo de una estantería, sacudiendo sus cabellos ralos, salió hacia el jardín decidida a enfrentar a quienquiera que estuviera escudriñando dentro de su propiedad, silbó a los perros para que salieran pero no encontró respuesta, de todos modos comenzó a revisar los lugares sin tener éxito en su búsqueda, esperó algunos minutos, los perros estaban echados debajo de un árbol gigante, la divisaron sin hacerle mayor caso, resolvió entrar a la casa, llevaba el revólver en sus manos, se sentó a mirar el resto de los libros, enseguida sintió una mano sobre su espalda, no giró enseguida, se mantuvo serena.

-Has perdido tu instinto-  le dijo una voz ronca que se encontraba de pie justo detrás de ella, de inmediato reconoció esas palabras, se levantó y enfrentó la mirada,  -más allá del susto que acabas de proporcionarme no has perdido tu incesante demencia-  le respondió tragando con dificultad.
-A ver querida, tu ausencia me ha irritado mucho estos años- le manifestó aquel galán cuya estatura le embebía de virilidad.
-Predije que algún día vendrías, pero supuse que sería hace ya tiempo atrás-.
-¿Quieres decir que he llegado tarde?- dijo con voz luctuosa.
-A veces la vida nos gana, querido- afirmó la dama caminando con gestos delicados y excelsos.
-Entonces he de apresurarme antes de que vuelva a dejarme el destino-.

Lorna observó con detenimiento el lugar, olía a cierta fragancia que le embadurnaba la nariz, los estornudos se intensificaban, se levanto y colocó el libro sobre una mesa que se tambaleaba, pues tenía todos los años en el mismo lugar y jamás se había limpiado. Transcurrieron varios minutos hasta que decidió acostarse sobre el mueble que estaba ubicado justo detrás del escritorio, cerró los ojos y dejó que Morfeo afilara sus brazos y la tomara, prolongaría su imaginación de todas las historias que los libros referían, hartos de tanto polvo.

La foto es de http://www.olvidatuequipaje.blospot.com/
Cuadro de Sandra Batoni "Mujer leyendo nota"

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